Compendio de los metheoros, 1615
Aristóteles, considerado el príncipe de los filósofos griegos y latinos, desarrolló además una intensa formación en el campo de la ciencia, así nos lo demuestran sus escritos sobre Física, Astronomía o Zoología. Entre sus obras conservadas destacamos este Compendio de los metheoros.
Al valor científico de la obra que presentamos unimos en esta ocasión la fama del impresor que la publicó, Juan de la Cuesta, conocido de todos por realizar la edición príncipe de la primera parte del Quijote.
El ejemplar reproducido pertenece a la biblioteca de la Escuela Técnica Superior de Ingeniería y Diseño Industrial de la Universidad Politécnica de Madrid.
Aristóteles, famoso filósofo griego, nació en Estagira (Macedonia) el año 384 a. de C. y murió en el 322 a. de C. Discípulo de Platón y maestro de Alejandro Magno siempre manifestó una continua preocupación por la naturaleza viva, de ahí que se pueda hablar de una doble formación filosófica y científica. Escribió sobre todas las ciencias; se dice que fue autor de 170 títulos, aunque hasta nosotros solo han llegado 47 libros. Con la caída del imperio romano sus obras desaparecieron hasta que a mediados del siglo XIII el árabe Averroes pudo conocerlas a través de las versiones sirias, árabes y judías y recuperarlas así para la posteridad.
La Escuela Técnica Superior de Ingeniería y Diseño Industrial conserva en su biblioteca un ejemplar de la obra: Compendio de los metheoros, estructurada en cuatro tratados. En el tratado primero habla “de los cielos y de los planetas y estrellas que en ellos ay”. El tratado segundo, “de las muchas y varias cosas, que en el elemento del ayre se ven”. El tratado tercero, “de las cosas tocantes al elemento del agua” y el tomo cuarto “de las cosas tocantes al elemento de la tierra”.
En la cosmología aristotélica la tierra se componía de cuatro elementos centrales: tierra, aire, agua y fuego que se movían en movimientos rectilíneos y esporádicos. Por el contrario, el movimiento de los cuerpos celestes (el sol, planetas y estrellas, compuestos de éter o quinta esencia) era continuo y circular. A fin de explicar el movimiento independiente de los planetas, propugnaba que ellos rotaban haciéndolo sobre esferas concéntricas. Fuera del cosmos, que es geocéntrico y geostático, está el primer motor inmóvil, que pone en funcionamiento el cosmos, mueve sin ser movido, como causa final. Este sistema fue asumido por la cristiandad en el siglo XIII, llegando a adquirir un rango ritualizado como fundamento universal de la concepción del mundo. Sólo logró ponerse en duda con la llegada de las ideas planteadas en el heliocentrismo por Nicolás Copérnico.
La obra que presentamos fue sacada a la luz por D. Francisco Murcia de la Llana, corrector general de libros de su majestad el rey D. Felipe III y fue impreso en Madrid por Juan de la Cuesta, famoso impresor de la edición príncipe de la primera parte del Quijote, lo que le dio tal prestigio que los mejores literatos de la época acudirían a su taller para la impresión de sus obras como por ejemplo sucedió con Lope de Vega.